Fuente: La Mañana
Rafael Menéndez, diputado por Cabildo Abierto
Para el diputado Rafael Menéndez, de Cabildo Abierto, en materia de medioambiente, Uruguay “no está bien”, llevado en parte por la necesidad de aumentar la producción para generar empleo. En diálogo con La Mañana el representante se mostró crítico con los países del primer mundo que exportan agroquímicos que ellos no utilizan por ser contaminantes.
¿Cómo ubica a Uruguay en relación con el tema medioambiental?
No estamos bien. Tenemos proyectos que van a tener un gran impacto medioambiental y estamos con un porcentaje muy bajo de áreas protegidas, en relación con países del primer mundo. La gran necesidad de puestos de trabajo hace que muchas veces el factor medioambiental sea relegado. El medioambiente queda entonces en un segundo plano. Esto nos lleva a que vamos a dar lugar a grandes emprendimientos que tienen una afectación medioambiental significativa.
¿Qué importancia le da al avance de los agroquímicos?
Lo que hay que dejar claro, porque muchas veces está sobre la conciencia de las personas, es que el concepto de que la utilización de agroquímicos es para combatir el hambre en el mundo es una falacia. Hoy tenemos realmente un récord de productividad a nivel mundial y, sin embargo, hay 1500 millones de personas con problemas de malnutrición y de hambre en el mundo. Por lo tanto, el tema del hambre y la malnutrición no es un problema de producción, sino un problema estrictamente político.
En referencia a los agroquímicos utilizados en Uruguay y sobre toda Latinoamérica, creo que es algo preocupante. En estos países de la región, la producción, sobre todo de soja y eucaliptos, entre otros, se basa en cultivos altamente demandantes de agroquímicos. Muchos de los que se usan están prohibidos en países europeos, que luego nos establecen barreras no arancelarias por residuos de agroquímicos. Como una paradoja, esos agroquímicos fueron producidos en Europa. No nos quieren comprar, ya que los productos tienen trazas de químicos que ellos nos vendieron. Entonces por un tema de productividad dejamos relegado el medioambiente y eso tiene consecuencias. Una de ellas es la eutrofización, o sea el exceso de nutrientes inorgánicos en los cursos de agua. En la cuenca del Santa Lucía, vemos la gran contaminación por los sistemas productivos que en esa zona se han establecido. Considero que hay mucho por hacer, no con prohibiciones, sino incentivando producciones más amigables con el medioambiente. Un ejemplo son los hongos entomopatógenos para el combate a las garrapatas.
¿Cuál es el modo, entonces, en que Europa produce alimentos sin utilizar los agroquímicos que manda para acá?
Hay algunos agroquímicos a los cuales aún no se han estudiado sus consecuencias y efectos en la salud humana y el tipo de producción que hay en Europa es muy distinta al que hacemos en Latinoamérica. Además, están adelantados en el sentido de que han detectado un punto crítico con los agroquímicos y realizan entonces un control biológico de las plagas. Si bien pueden ser más caros, a la larga son más económicos, ya que tienen menos afectaciones la salud humana y la salud animal.
En lo referido al tema de la carne, hay una campaña global que señala el daño animal al medioambiente y se impulsa la carne sintética. ¿Qué reflexión le merece esto, considerando que Uruguay es un país ganadero?
Lo primero es considerar que hay un lobby empresarial muy importante, que invierte en esta carne sintética y obviamente buscan llevar agua para su molino. La producción de carne y la contaminación ambiental, o lo que se llama la huella de carbono, en nuestro sistema de crianza, es una falacia. En Uruguay las vacas se crían a campo y la emisión de carbono la absorbe el propio campo y la transforma en materia orgánica en el suelo. Muy distinto es el tipo de producción feedlot, el engorde a corral, que se hace sobre todo en Estados Unidos y Europa. Hoy se habla de la huella medioambiental, no solamente de las emisiones de carbono que puede generar determinado tipo de producción. Se incluye todo lo que significa el resto de las afectaciones medioambientales, como, por ejemplo, el ciclo hidrológico y la utilización de agua y de energía. Ese es un tema que hoy se pone arriba de la mesa y está muy sobre el tapete. Se incluye la sustitución de las energías fósiles, y el auto eléctrico es un ejemplo. Creo que hay que medir o evaluar en toda esa cadena. Y también si la sustitución de un elemento (la carne natural) por otro (la carne sintética) verdaderamente significa un adelanto medioambiental o si simplemente actúa a favor de grupos empresariales.
En Uruguay ahora se plantea la producción de hidrógeno verde. ¿Qué considera que puede pasar en los próximos años con estos proyectos?
La sustitución de los hidrocarburos de origen fósil es fundamental. Si logramos disminuir la emisión de gases de efecto invernadero, es un adelanto. En este mecanismo de sustitución, hay que ver qué es lo que ganamos y qué es lo que perdemos. Pero me parece un atraso medioambiental destinar las mejores aguas del Uruguay, que son las del acuífero Guaraní, para la producción de hidrógeno verde. Puede ser una alternativa como combustible, pero la fuente de agua no puede ser los acuíferos uruguayos. Y acá me parece que es significativo la concientización de la población sobre esto de producir hidrógeno con agua que está bajo nuestro suelo. El principal problema que tienen los países es justamente el agua para consumo humano. Cuando uno ve, por ejemplo, a India, hay cientos de millones de personas que toman agua contaminada, porque es su única fuente. Frente a esto, nosotros relegamos nuestras aguas profundas, filtradas por la tierra y de capacidad de recarga lenta, para producción de combustible. Eso nos tiene que interpelar sobre los sistemas que son en realidad medioambientalmente amigables o pertinentes. Cuando hablamos de hidrógeno verde, antes que nada, debemos preguntarnos cuál es la fuente de agua. Además, Uruguay no cobra el agua a estos emprendimientos. Ya tenemos un ejemplo. UPM utiliza miles de millones de litros de agua por día y no los paga.
¿Existe a su criterio una relación entre las inundaciones y el cambio climático?
Hay muchísima población de todo el mundo que está siendo desplazada. Hay incluso isleños, sobre todo en Centroamérica, que ya han tenido que emigrar a la zona de tierra firme, porque muy lentamente pierden terrenos cultivables o se les van contaminando las napas freáticas con agua de mar. Estamos viendo que todos estos fenómenos de inundaciones y sequías se están produciendo de una manera mucho más frecuente que antes. Vemos además una pérdida bastante grande de estacionalidad. No existen aquellos inviernos o veranos de hace 20 años o 30 años. Nos preocupa que estos cambios en muy poco tiempo dejarán de ser algo coyuntural para ser estructural. Creo que el cambio climático existe y estamos todavía a tiempo de frenarlo. De otro modo, va a llegar un punto en que los daños van a ser irreversibles. Hoy por hoy estamos todavía en una situación de la que puede haber una marcha atrás. Pero debe haber cambios de conducta y de conciencia. Yo creo que en ese sentido en las nuevas generaciones son más conscientes de lo que significa, por ejemplo, reciclar. Por ese lado hay una luz de esperanza.
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